Adiós universidad. ¡Hasta siempre! Te echaré de menos. Algo así quedaría bien, ¿típico? Sí, mucho. No sé, igual tan 'así' no me mola, pero no me mola porque no es verdad. Insisto: no es así, si has sido universitario siempre lo serás, no tendrás que decir el temible 'adiós'.
No echarás de menos la universidad como tal, sino su 'estilo' de vida, pero te digo una cosa: nunca se irá de tu vida. La universidad, la etapa que tuve la suerte vivir, no desaparece. Es un error mirarla de manera nostálgica, porque la universidad es aprender. Y vivir es aprender, entre otras miles de definiciones.
Cuando recuerdes tus 20 años, recordarás a la universidad. Al recordar tus 25, en algunos casos, también. Cuando quedes a tomar café con algún amigo para recordar viejos tiempos, lo más probable es que sea con uno de la universidad. Al recordar porqué eres como eres, te acordarás de la universidad y de cómo ella te fraguó y te determinó. Las clases, sus gentes, su ritmo,... cada día en ella es un nuevo latido en tu vida. Siempre pasa algo, siempre aprendes algo nuevo, ya sea sobre física cuántica o sobre cómo analizar a los distintos grupos de la cafetería.
Esos años no se olvidan, no se van, porque son parte de ti. Gracias a esos años has pasado de ser un crío a madurar o al menos intentarlo (hay casos y, casos). Cuando terminas, no acabas una licenciatura -ahora grado- de Periodismo, o de Arquitectura o Derecho. Cuando terminas consigues un doctorado en psicología (¡con consultas gratuitas o compensación en especie con una caña!), un máster en la buena vida, y un TFG de cómo estudiar y dejar todos los trabajos para el ultimo momento y aprovechar hasta los minutos más insulsos. En realidad, nos mola la presión, siempre fuimos muy intensos. Cómo diría un gran amigo (de éstos que os digo de la universidad)... ¡A fuego!
Cada vez que te sientes/ tires en el césped (entiéndase cualquier suelo) te reirás solo acordándote de lo que pasó hace un tiempo -para algunos muy reciente- en un sitio parecido, la de horas que pasaste en alguno de ellos. Afortunados los que tuvieron un campus. Otros con una mediana y con mucha imaginación la convertíamos en un humilde territorio universitario.
Cuando veas un aula vacía localizarás, con un sentido innato, cuál es el mejor de los sitios de la clase. Cuando leas las cartas de amor en la puerta del baño, cuando huyas de los profesores, cuando tengas que 'hacer despachos' en las revisiones,... cuando mires atrás seguirás disfrutando de la universidad. Te acordarás del primer amor y de los demás que le siguieron. Y nadie te quitará las amistades tan reales que allí surgieron ni las experiencias y 'batallitas' que tienes para contar.
La universidad marca, se recuerda, se quiere y se odia en exámenes. Tú pasas por una universidad, pero sobre todo, la universidad pasa en tu vida y se queda. Desde los libros que leíste porque te los recomendó un profesor, hasta las películas que veías para trabajos de clase, pasando por las conversaciones de cómo el mundo 'va como va' con un café delante. Sin darte cuenta esos años allí pasan rápido y, cuando acabas y echas la vista atrás, sabes que cambiaste, eres diferente. Y... ¡benditas diferencias!
La historia está en que nunca hay que dejar de ser universitario. No hay que dejar de aprender, de encender el 'modo esponja' y absorber todo los conocimientos y vivencias que puedas. De no dejar de conocer a gente nueva, de inventar cada día una nueva excusa para tomarte esa ansiada caña al final de la tarde con cualquiera de las hermosísimas personas que conociste en esa etapa. Ser universitario es aprovechar el tiempo, vivir la vida y cambiar el mundo. Ser universitario es reír a carcajadas y llorar a mares en la misma tarde.
Si estudiar resultó divertido,... trabajar en lo que estudiaste lo es aún más. No dejes de ser aventurero, de ir a por tu objetivo sin quejarte por el camino. No dejes de vivir intensamente aunque tengas 100 años. Me motiva pensar que mi universidad y yo vivimos las cosas como protagonistas, no como observadores en plan 'pasivos', vivimos cada minuto, cada segundo merecía la pena exprimirlo sin dejarlo pasar de largo. Siempre fuimos muy intensos mi universidad y yo. Siempre me gustó el plural. Por cierto, por si alguien se perdió: esto no es un final, es un 'continúa y verás'.
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