¡Cuántas alegrías vivimos! ¡Cuántos momentos bonitos!, pero también la de decepciones que podemos sufrir. Un tiempo en el que miras atrás y ves que te lo pasaste bien e intuyes que 'algo' aprendiste. Algo así como valorar el tiempo, y no gastarlo con la gente equivocada y sí con la acertada. Pero decepción tras decepción llegas a la perfección. ¿No está mal, eh? A veces lo único que necesitas es salir, correr, coger aire y volver como nuevo.
Vivimos para aprender pero nunca llegamos a aprender la lección. Vivimos para hacernos más fuertes y para saber dejar a un lado lo que te quita la verdadera felicidad. Felicidad que algunos no saben disfrutar.
Se aprende a base de injusticias, de frustraciones, de acciones egoístas (a veces no ganarás para kleenex) y de llantos. A veces con muchas lágrimas. Pero de repente dejan de salir, se acaban. Hasta las lágrimas mueren de agotamiento.
El ser humano posee una de las capacidades más extraordinarias de este mundo... la Resiliencia. El adaptarse a los cambios, a los problemas,... eso te hace superar las dificultades que creías imposibles. La resilencia consigue matar a esos gigantescos monstruos que rondan en tus silencios. Pero una vez que los consigas matar... puedes andar a tus anchas bien callado, ya no existe el maldito miedo paralizador. Resiliencia, una palabra que define lo maravillosos que podemos llegar a ser.
Y oye, que los golpes y las traiciones te hacen fuertes. Los guantazos que te dan las personas en las que depositas tu confianza hacen que crezcas, que cambies a mejor para ser más fuertes ... algo así como un superhéroe de acero impenetrable. Me molan los superhéroes. Salvan muchas vidas gratuitamente, no estaría mal regular la profesión. Faltan facultades , porque a veces ellos pueden sentirse solos, perdidos, abandonados e incluso (aunque parezca imposible... esto también les pasa, que yo conozco a muchos) agotados y sin fuerzas. Pero aún así no dejan de ser héroes, matizo: superhéroes. Esas personas que sabes que harán algo grande.
Y mira que me molan también las nuevas etapas. Liberarte de tus antiguas cadenas y volar. Pero volar alto, nada de ir a ras de suelo para que no duela la caída. No. Volar alto, muy intensamente, más allá de las nubes, porque cuando miras a lo alto encuentras cosas geniales y mágicas. Cosas maravillosas que consiguen darte paz y seguridad para continuar tu camino. La seguridad que perdiste la recuperas en un momento. Y vuelves con unas ganas locas de comerte el mundo, de gritar en la ducha tu canción favorita y de volver a mirar por la ventana soñando, quizás con tu futuro y leal dragón que aún está por llegar.
Las despedidas son duras, y frustrantes, no son fáciles de encajar, no os estoy descubriendo una nueva realidad. Igual que las cartas más bonitas del mundo nunca son leídas. Igual que las plazas de Bécquer y jardines botánicos vuelven a ser de todo el mundo ahora. Son meras consecuencias de querer atar al viento. ¡Déjale suelto! Que corra, que vea mundo y que te llene de frescura y de energía inagotable tu vida. Es como una fuente de alegría. No le aburras. Seguro que el viento en algún momento, cuando se sienta libre y auténtico te lo agradecerá. Quizá en algún día muy lejano.
Es difícil perder a personas que has querido o que aún estás en ello. Cuesta no mirar atrás y recordad ... Pero a veces, cuando miras fuera te das cuenta de que a esa planta del balcón que cuidabas con tanto esmero le ha crecido una bonita y nueva flor roja. ¡Si hay flores hay esperanza! Siempre nace algo nuevo cada día, solo hay que saber mirar bien, en el momento exacto.
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