viernes, 2 de mayo de 2014

Peregrinando a Roma

Un evento histórico, y cuando digo histórico es porque nunca antes se había dado: la canonización de dos Papas, Juan XXIII y Juan Pablo II, celebra por otros dos Papas, el Santo Padre Francisco y el Papa emérito Benedicto XVI. Los protagonistas fueron nombrados por el actual Pontífice como el Papa de la docilidad del Espíritu Santo en el caso de Juan XXII (El Papa del concilio) y a San Juan Pablo II, como el Papa de las familias.

El día 27 de abril quedará grabado en la memoria, no solo de la Iglesia sino de en la del mundo entero. Un acto breve, una Misa que escasamente llegaba las dos horas, y más de millón y medio de personas en Roma escuchándola. Para muchos, la primera vez que estaban en la presencia del Obispo de Roma argentino, Francisco.

Tuve la fortuna de estar ahí presente como peregrina, una odisea de viaje, con las situaciones más kafkianas que ni pensábamos que podrían ocurrir. Salimos tres días antes, en bus desde Madrid para ir a la ciudad condal y allí coger un ferri que nos llevaría a Roma a todos los peregrinos españoles que quisieron ir con la Conferencia Episcopal Española (CEE).

16 diócesis, 11 autobuses repletos, una experiencia común y única. A pesar de las dificultades, como las 20 horas de travesía en el barco, el dormir en un polideportivo, o en la misma calle cual mendigo, a ninguno de los ahí presentes se nos borró la sonrisa, ni se oyó una queja. Solo se oían guitarras, gritos de ¡Vivan los Papas! y carcajadas.

En una peregrinación aprendes, ¿el qué? Pues primero el trabajo en equipo, en adaptarse al grupo, en tirar para adelante, en sobreponerse, en no ser esclavo de las comodidades, en desarrollar una virtud un poco olvidada que se llama templanza, entre otras muchísimas cosas.

Un viaje que sabemos que dará muchos frutos, que ya los está dando. No solo se afianza las amistades con quien ya conocía, sino que se crearon otras nuevas. Para un joven esto de la amistad es muy importante, pero si encima eres un joven que está inmiscuido en un ambiente de frivolidad y materialismo que quiere revelarse ante él, el conocer a gente afín a ti y a tus ideas, es todo un regalo.

Si ya es fundamental esto de la amistad, para un creyente, es igual de importante la retroalimentación, ver que hay más como él, que no es el único, que se puede vivir la fe sin parecer un aburrido. Y que mejor sitio que ver a otros católicos…. Que en eventos así, y mucho mejor si es en la ciudad Eterna. Una ciudad que cada paso invita a la reflexión, la ciudad de los primeros cristianos.

Una peregrinación es un viaje con un plus. Tiene un motivo, a parte del obvio (que es el de todos los viajes) pasarlo bien y conocer una ciudad nueva. Tiene una finalidad muy alta, muy trascendente que te invita a reflexionar sobre tus creencias. Un viaje en el vuelves conociéndote un poco más a ti mismo. Y… cuanta falta hace esto, pararse a pensar en qué somos y qué queremos llegar a ser. Qué cambiaríamos y en qué podemos mejorar.


Y es que, qué bien nos viene de vez en cuando un empujoncito ¿eh? Coger fuerzas, tomar aire y continuar, o en algunos casos recomenzar. Dando las gracias y sabiendo, encima, que has vivido un hecho histórico en primera persona y que tú te conviertes en testimonio, dando cuenta de que la Iglesia está viva. ¿A que mola? 

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