jueves, 16 de mayo de 2013

El perfil del profesorado


Son las 9.00 llego tarde. El 178, ese autobús tan curioso y heterogéneo, viene tarde por el atasco inexplicable que se convierte en la rutina de Plaza Castilla en hora punta.  

En la puerta de la universidad siempre están los que apuran el último (o primero para alguno) cigarrillo antes de entrar a clase mientras hablan con sus “colegas” y sus “troncos” de lo genial que fue el “finde” en la fiesta aquella.

Ya en el hall te encuentras a una sonriente y arreglada bedel que te pone un poco al día de lo que ha pasado, pero hoy hay que ser ágil, no puedo entretenerme.

Subo las escaleras con prisa mientras tomo aire antes de llamar a la puerta y entrar en clase con el miedo a que no me dejen pasar. Llamo. Sin problema, suspiro y entro en clase discretamente sin intentar interrumpir mucho. No me gusta llegar tarde, pero el transporte público tienes sus cosas, la principal: aunque planees salir antes, siempre pasará algo.

Las clases en una universidad son tan diferentes como profesores hay. Cada uno hace de sus clases el mundo que quiere. Podríamos dividirlos en distintos “métodos” de actuación.

Estará el profesor que sus clases sirven meramente para alagarse a sí mismo y contar lo buen profesional que es. En estas clases expone su vida con una oratoria ¿excelente? Y se limita a dictar unos apuntes que probablemente le hayan dejado. Mientras el resto de los alumnos duermen con los ojos abiertos. No te sueles acordar de ellos una vez aprobada su asignatura. 

Luego está el profesor activo, el que te hace sudar. El que manda prácticas, trabajos, más prácticas y debates para mantenerte activo mentalmente durante sus clases y enseñarte lo que es el estrés. Puede estar bien, depende del tema protagonista. Pero a veces puede ser irritable y odioso. 

El profesor colega, siempre hay uno en cada curso. Es un profesor más empático, que se “preocupa” un poco por nosotros, se interesa en lo que hacemos y en lo que estamos aprendiendo. Sus clases suelen ser normalitas pero como el profesor mola y te cae bien prestas atención, participas e incluso propones cosas para hacer o pides consejo en lecturas o películas para fuera del horario lectivo. Siembra esa "semillita" que hace que te intereses por aquello de lo que habla, sea o no materia de examen.

Y por último está El Profesor. Esos sí que están en peligro de extinción. Un profesor con el que aprendes, no solo conocimientos útiles para tu carrera, sino para tu vida. Este personaje es de otra pasta. Sin proponérselo le prestas atención, estás activo porque realmente tiene algo que decir y muchas cosas que enseñar. Estos profesores te motivan. No faltas a una clase, y a la que faltas te sientes mal porque sabes que ese día no aprendiste algo importante. Cuando terminan sus clases vas en directo a comerte el mundo porque él/ ella consigue que te sientas constantemente inquieto por aprender y descubrir cosas nuevas. Solo los buenos regalan libros el 24 de abril a sus alumnos.  Esos son los que quieres en tu orla, son los que no olvidas y siempre recuerdas como ejemplo a seguir. 

Pido que se rescaten a estos profesores con vocación de docente, a estos profesores que realmente nacieron para ello, esos profesores que enseñan algo más que la materia de la que se han especializado, que enseñan cosas útiles para toda tu vida.

1 comentario:

  1. Es un clásico, pero si alguien no lo ha leído, se lo recomiendo: "Martes con mi viejo profesor" de Mitch Albom. Como "maestra", siempre he querido ser de este tipo de profesoras.

    Gracias Helena, por recordar lo que debe ser un buen profesor. Creo que lo has definido muy bien.

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