Algunas experiencias personales ayudan a la gente a creer en algo y eso hay que compartirlo, así me lo dijeron, así me lo recomendaron y así lo haré.
Creo que en ocasiones el ejemplo calla muchas bocas, y es lo que marca y deja huella porque son vivencias cercanas y REALES.
Estando en Roma en la Semana Santa de este año me ocurrió algo alucinante, es un detalle que la verdad me sacó la sonrisa, pero puede que no todo el mundo lo entienda...
Mi único anhelo cuando estaba en esa ciudad que ya conocía y visité en varias ocasiones era ver a un antiguo amigo mío. Uno de los mejores que siempre, digo SIEMPRE está a mi lado, nunca me decepciona y siempre me sorprende. Ese gran mejor amigo es Juan Pablo II. Como digo mi único deseo en Roma era visitar su tumba ya que estaba en la parte de arriba de la basílica de San Pedro, lugar reservado para unos pocos privilegiados.
Parecía que ese viaje nunca llegaba y lo dejé en sus manos, le dije: "voy a Roma si tú quieres que vaya". Y quiso, y por eso fui, porque sinceramente la cosa se presentó un poco fea, no tenía dinero, personas que aparecen y que de manera muy discreta te cambian el rumbo y se torció un poco.
Finalmente conseguí sacarme el dinero y fui.
Estando allí en Roma parecía que jamás íbamos a entrar a San Pedro, mucha gente, mucho lío, mucho tiempo que no teníamos.... una vez dentro, pasada la Piedad de Miguel Ángel estaba él, POR FIN!!!!!!
Estando ante él, recé y recé por todos los que tenía que rezar e hice todo lo que tenía que hacer. Y cuando la paz ya se apoderó de mí, me quedé en silencio frente aquel viejo amigo y solo me salió decir una cosa: gracias.
Para entender esto hay que puntualizar tres cosas y es... 1. que adoro a los niños, 2.adoro a los niños de color y 3. adoro a los niños síndrome de down que como ya dije en un post anterior para mí son como ángeles.
Como dice el suscrito una vez dada las gracias una paz inmensa y eterna se apoderó de mí de modo que lo único que podía hacer era sonreír. Sin saber porqué sentí que había cumplido con mi deber y de que estaba ahí porque Alguien quería que estuviese ahí.
En ese momento apareció de repente un niño morenito síndrome de down, vino corriendo hacia mí, me abrazó fuerte y empezó a jugar conmigo. Le dí un beso, sabiendo que este "angelito" me lo mando mi Juan Pablo II y la sonrisa aún no se me ha borrado de la boca. Con esto me demostró que está ahí y con esto entendí todo, este regalo que me hizo no lo olvidaré jamás. Y es que hay que tener amigos así, que te den regalos y ¡¡¡muchos abrazos!!!
Quizá para algunos les parezca una tontería e incluso haya otros que ni lo entiendan, pero a las personas que tenemos fe y sabemos que hay Alguien SUPERIOR a nosotros, lo vemos distinto. Lo veo distinto, por eso puedo presumir de que Juan Pablo II me dio un abrazo.
Como siempre que me introduzco en tu mundo-blog, me dejas sorprendida para bien! Si señor, hay que hablar a la gente de nuestras experiencias y sobre todo si son positivas y verdaderas, esas cambian, desde luego. Efectivamente es una suerte tener fe, que bien que pudieras disfrutar de un abrazo de esa gran persona!
ResponderEliminarRealmente, cuando se está frente a la tumba de Juan Pablo II, los sentimientos que afloran son indescriptibles.... Me ha gustado mucho tu entrada. ¡Enhorabuena!
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