jueves, 18 de julio de 2013

¡Adiós abuelo!

Y así de repente me quedé medio huérfana. Mi último abuelo ya se fue, a un sito en el que sin duda estará echándonos un cable. Un cumpleaños a lo grande. ¿Qué mejor regalo que tu abuelo se vaya al cielo y te ayude desde ahí?

Este es mi pequeño homenaje. Apenas me había parado a pensar en la importancia de la figura de los abuelos. Mis abuelos muy distintos entre sí, pero con una cosa común: el gran amor que profesaban a sus nietos, a todos, sin distinciones. Y no me extraña porque para todo lo que hacíamos,… amor y paciencia era lo que necesitaban para controlarnos.

Sabemos que la eternidad está fuera de este mundo, pero es cierto que algunas personas logran la “inmortalidad” en este sitio tan terrenal, ya que mientras los vivos recuerden a sus difuntos, seguirán en nuestro mundo, ¡En el momento que nosotros queramos!

Es gratificante ver como a una persona que tú quieres, la querían muchas más. Ver como en situaciones donde se necesita apoyo, aparecen cientos de hombros en los que llorar, y cuando se necesita ánimo, te sacan las mejores sonrisas. No hay mayor verdad que la que dice que en un tanatorio hay llantos y carcajadas mezclados.



Momentos duros y difíciles, cansados, en los que sabes que lo peor aún falta por llegar: la ausencia. Pero también momentos en los que sabes que no estás solo, en los que ves quien está ahí realmente.
Yo me quedo con los buenos recuerdos, con los últimos y con los primeros. No deshecho ninguno.

Últimos momentos en que toda la dedicación es poca, en los que se sacrificaron horas, tiempo y planes para cuidar al abuelo, para hacerle compañía. Para darle un último estrujón antes de subir al tren. Momentos en los que su inseparable y fuerte esposa estaba a su diestra y sus hijos a su izquierda para “controlar” la situación y pasar con él horas y horas. Qué papel tan importante el de los hijos,… estar al pie del cañón hasta el final.

Y primeros recuerdos en los que al volver a ellos te das cuenta de que ha sido un maestro, paciente, a veces, con ganas de estar contigo enseñándote una y otra vez algo que te resulta extraño o demasiado obvio. Recuerdos en los que te rescata de esos odiosos cactus que pinchaban donde menos te lo esperas, en los que te regañaba por destrozarle el jardín y en los que te enseñaba a su vez, con esa delicadeza tan propia, una diminuta flor que estaba a punto de abrirse, o de un pequeño tallo que sobresalía por el hueco entre la palmera. También la dedicación a esos gatos, en los que se mostraba permisivo cuando le destrozaban todo el patio.

Muchos momentos que compartíamos los nietos con los abuelos, en los que a veces nos olvidábamos de nuestros progenitores y solo queríamos diversión en “la casita” o en el almacén con nuestras meriendas en el patio.

Podría enumerar tantos y tantos ejemplos…. Pero ahora no. Ahora solo veo la familia que tengo, y aunque tengamos nuestras cosas, estoy orgullosa de pertenecer a ella. Una familia que ha mostrado permanecer unida, y que lo seguirá haciendo porque aunque ya no esté el patriarca poniendo orden, queda la matriarca… ¡Y menuda matriarca!


Cambiaremos el mundo los que estamos aquí, pero ayúdanos un poco desde arriba, sin lo que hay ahí no hacemos nada, así que es tu turno ¡Adiós abuelo!

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