¿Lo mejor del ser humano? Los amigos, sin duda alguna.
Son el tesoro más preciado que se pueda llegar a conseguir, suena a topicazo, pero es así. Son pequeños seres que están ahí siempre, a veces haciendo mucho ruido y otras veces acompañando el silencio. Son personas que cambian el mundo constantemente, cambiándote a ti mismo. Te aconsejan, te apoyan, te respetan, te levantan si caes, te acompañan en este jaleo de vivir.
Un regalo que se nos da y que tenemos que agradecer. Nunca nos olvidemos de dar las gracias, porque hay ocasiones que no los merecemos y aun así continúan a nuestro lado. Gracias por todo, por el hecho de querer compartir una parte de ti. “El agradecimiento es la memoria del corazón”, adoro esa frase.
La amistad es lo que nunca puede faltar en tu vida. Puede fallar todo, pero los amigos siempre estarán ahí. Una relación altruista, generosa que es pura entrega. Querer a la otra persona tal y como es, corregirla con el mayor de los cariños para que pueda mejorar aquellas pequeñas faltas que tienen, ayudarnos a perfeccionarnos, a ser mejores, a ser felices que es de lo que se trata al fin y al cabo.
Claramente este don conlleva una serie de esfuerzos y de responsabilidades para con ellos. Saber dar la talla en los momentos claves o en los momentos más cotidianos. Dar, dar y dar, y no esperar nada a cambio, aunque inevitablemente se recibe más incluso de lo que le puedas llegar a dar. Saber cuidar esas amistades que verdaderamente valen la pena.
Que pase el tiempo y que esa amistad tan preciada y cuidada siga intacta e incluso que siga avanzando y consolidándose. Que no importe la distancia o el tiempo, porque lo bueno perdura, aunque sea en la memoria, siempre los tenemos presentes. Distancia meramente física, porque emocionalmente siempre están ahí, acompañándote.
Por supuesto llega un momento en la vida en el que creces, maduras y la vida misma te enseña quiénes son tus amigos, tu gente, aquellas personas que casi los consideras familia. Se te muestra quien merece la pena y quien no. Y cuando descubras quien merece la pena no lo dejes escapar, porque no habrá ninguna persona como esa, jamás. Se le pueden parecer, pero nunca serán iguales. Y algunos trenes solo pasan una vez en la vida y no se te permiten segundas oportunidades.
La amistad cuando crece y madura va exigiendo mayores cosas y esfuerzos. Quizás llegue a un punto que se nos exigirán detalles (¡qué importantes son!), pero las amistades crecen, maduran, envejecen y lo mejor de todo ¡¡¡no se jubilan!!! Y qué bonito sería tener una amistad madura, donde morirías por un amigo sabiendo que él o ella harían lo propio por ti.
Ojalá que los buenos amigos no se queden solo en una etapa de la vida, no se queden en el colegio o en la universidad, sino que a base de empeño, esfuerzo, reconocimiento y sobre todo a base de quererlos lleguen a ocupar varios días, meses y años compartidos. Ojalá que sepamos descubrir el valor de la amistad. Ojalá sepamos reconocerlos y cuidarlos con la delicadeza que se merecen.
No somos nadie sino tenemos alguien con quien compartir nuestras alegrías y nuestros triunfos y porque no, nuestras tristezas y nuestros defectos para mejorar.
Descubres la verdadera amistad cuando sientes la felicidad del otro como propia, cuando sientes sus cargas como si fuesen tuyas, y cuando lo que nos toca es reír de con ellos, ayudarles con su carga o su cruz y encantados de hacerlo con una sonrisa de oreja a oreja.
Solo si cuidásemos a las amistades como la mejor de nuestras ropas, como el mejor iphone será cuando recojamos los frutos de esa amistad. No estaría mal ser un poco más desprendidos de las cosas materiales, tomar unos minutos de relax al día para poder pensar qué es lo que realmente importa. Y todos sabemos que lo que nos importa no cabe en el bolsillo sino en la memoria.
Si me preguntan qué es lo mejor que tiene el ser humano la respuesta es clara, sin margen de error: Sus amigos. Con ellos consigues todo, con ellos aprendes, con ellos vives. No dejemos que por “paridas” varias nos olvidemos de esta gran virtud que se nos ha regalado. Así que no la subestimemos porque como bien dijo Pitágoras: “hasta un átomo hace sombra”. Y este “átomo” es lo que sustenta parte de nuestra existencia.
Helena Rodríguez Torres.
CANCIÓN: Luciérnagas y mariposas, Lori Meyers.
LIBRO: Morir para contarlo.
GRANDÍSIMO.
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